domingo, 24 de noviembre de 2013

Volando bajo el suelo

Aquí os dejo un "Cuento encadenado" que han realizado los alumnos de 6º C. Espero que os guste.


Érase una vez dos hermanos, Fito y Fita, que vivían en Perales y pidieron a todos los vecinos del pueblo materiales para hacer un artilugio volador. Tan solo un viejo les dio un lápiz, con el que dibujaron el artilugio y, como por arte de magia, salió montado; pero faltaba una pieza que
buscaron sin descanso por todo Perales. Una vez la encontraron, en lugar de subir hacia el cielo descendieron al centro de la tierra.
Allí dentro todo era oscuridad pero, al cabo de unas horas, Fito y Fita pudieron ver unas luces a lo lejos. Ellos se acercaron al lugar de donde provenían las luces y, se encontraron una ciudad. Los dos hermanos se quedaron alucinados al ver a unos seres
extraños con cuatro piernas, un ojo,… que venían de esa ciudad. Fito intentó hablar con ellos pero esos seres llamados Chicandís hablaban un idioma diferente.
El idioma que hablaban los Chicandís era el chicandiano. Estos seres tan raros invitaron a Fito y Fita a entrar en su ciudad, y ellos dijeron que los presentaran a su rey. Los Chicandís los guiaron a palacio y al llegar a donde se encontraba el rey, éste invitó a los dos hermanos a comer y pasar el día.

Después de comer, el rey llamado Ricardín contó a Fito y Fita una leyenda sobre un mapa hallado en una cueva, en cual contenía el camino hasta llegar a un tesoro escondido por los antepasados del rey. Ricardín dijo a los niños que si encontraban el tesoro, él a cambio los ayudaría a reparar su artilugio volador. Los dos hermanos aceptaron la propuesta. 
Si el rey no había ido antes a por ese tesoro había sido porque no quería recompensar a los Chicandís, pues su padre le contó que tuvo que esconder el tesoro
porque estos astutos seres se lo querían robar.
Fito y Fita se despidieron del rey y emprendieron el viaje en busca del mapa. Al parecer, tenían que atravesar la montaña Picotada y la selva Resina; impacientes y con prisa, empezaron a caminar hasta llegar a la montaña.
La atravesaron con cuidado y rápidamente; poco después, llegaron a la selva y divisaron una cueva. Según los había contado el rey Ricardín, la puerta de esta cueva solo se abría con una clave mágica que sabían únicamente los duendes de ese bosque. Ya estaban más cerca del tesoro, pero ¿encontrarían a los duendes?


Los dos hermanos buscaron por todos lados para ver si los duendes se hallaban allí, hasta que… en una palmera ponía: “El hogar de los duendes”. En lo alto de esa palmera había unos seres diminutos que hablan su idioma, y Fito les dijo que querían entrar en la cueva. Estos seres, temerosos de los niños, accedieron a abrirla, pero ¿los darían el tesoro?
Los duendes abrieron la puerta a Fito y Fita. Todos los duendes los pidieron una parte del tesoro o sino los quedarían encerrados para siempre. Y los dos hermanos compartieron con ellos.
Cuando llegaron al poblado de los Chicandís, el rey abrió el tesoro y vio que le faltaba una parte. Éste se enfadó mucho pero Fito y Fita le pidieron disculpas y explicaron al rey que sino hubiesen compartido el tesoro los duendes los quedaban encerrados. El rey, Ricardín, dijo a los niños que si le hubieran dicho eso antes no se hubiera enfadado y satisfecho enseñó a los dos hermanos cómo los Chicandís los tenían preparada la máquina.


Fito y Fita se despidieron de sus nuevos amigos y se fueron a casa felices de la aventura que los había tocado vivido.
                       
                                                          



                                              Fdo: Alumnos de 6º C
                   CEIP. Virgen de Guadalupe (Quintana de la Serena)